Me planteo como disparador la problemática respecto a la forma en que opera el arte en las imágenes y su reproductibilidad técnica mediante la fotografía, en busca de lo que Ranciére procura respecto de la llamada repartición de lo sensible , tratándolo como un concepto que articula la política y el arte, tomando el atrevimiento de explorar recursos narrativos propios, apelando a que la ultima trinchera del valor ritual de la imagen, como dice Benjamín, se encuentra en el rostro humano y se expresa en el culto a seres amados, lejanos o fallecidos.
Finalmente presentare una exposición de imágenes cuyo polo dominante se encuentra en su valor de exhibición, aunque pretenden capturar su valor de ritual, con la idea de colocar al espectador frente a una operación artística que busca expresarse articulando su narrativa en palabras mediatizadas por la voz ( el audio) y en un hilo de fotografías digitales, las cuales mediante el uso del plano cenital, reproducen imágenes dispuestas al scroll del espectador, de un montaje de fotografías analógicas de época, apiladas en el interior de una valija antigua.
Marco Teorico
Antes de exponer la obra, me embarco en la aventura de intentar poner en dialogo a través del texto a estos dos autores, con el fin de dar un marco teórico a la cuestión y reparar en el análisis de ciertos conceptos. Por un lado tomare a Walter Benjamin en su texto titulado, la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica y por otro a Jaques Ranciére en su texto titulado, el Destino de las Imágenes.
Benjamin afirma que el polo dominante del valor de las obras de arte, a principios del siglo veinte fue su valor de culto, el aura. Pero luego esto giro a su valor de exhibición, por ejemplo el arte cinematográfico encuentra su esencia en el valor de exhibición.
Ahora bien qué es el valor para el culto ? que es el aura? y que caracteriza a las obras de arte dotadas con aura?
En su ensayo al referirse al valor ritual y la política, Benjamin propone que el carácter único de la obra de arte habita en su imbricación en el conjunto de relaciones de la tradición, la cual es algo completamente vivo y cambiante, por ello el modo originario de inserción de la obra de arte en el sistema de tradición encuentra su modo de expresión en el culto, para justificar esto menciona que las obras de arte antiguas nacieron del ritual que primero fue mágico y después religioso.
Para Benjamin el aura de una obra humana consiste en el carácter irrepetible y perenne de su unicidad y singularidad, encuentra en el aura una suerte de entrelazamiento especial entre el espacio y el tiempo, la describe como el aparecimiento único de una lejanía por más cercana que pueda estar.
Por eso la obra aurática, es aquella en la que prevalece el valor de culto sólo puede ser obra auténtica, no admite copia de sí misma, su reproducción sería una profanación.
En cambio, contrario a la obra aurática está la obra que encuentra su valor en la exhibición, sin perder su unicidad y singularidad, sin embargo es repetible y actualizable, esta es la obra de arte realizada para exhibirse, para entregarse a la experiencia estética.
Según Benjamin la destrucción aurática de la obra esta impresa en la reproductibilidad técnica de la misma, pero encuentra que la última trinchera de este valor ritual en la Fotografía, reside en el rostro humano, el valor se encuentra en el culto a seres amados, lejanos o fallecidos al cual el sujeto accede mediante un ritual.
Ranciére por su parte, plantea la potencia del pensamiento y de las artes para recomponer el mundo, en la llamada repartición de los sensible, el cual parte de un vinculo necesario entre política y estética, como impulso de emancipación de las masas convertidas en sujetos políticos, a la vez que trata de fundar ese proceso de emancipación en el campo estético, interrogando este vinculo de necesaria articulación entre política y estética.
Para Ranciére la Imagen» significa entonces dos cosas distintas. Está por un lado la relación simple que produce la semejanza de un original, Y está el conjunto de operaciones que produce lo que llamamos «arte», o sea, precisamente una alteración de semejanza.
¿Qué hacen las operaciones del arte ? según Ranciére enlazan y separan lo visible y su significación, la palabra de su efecto.
A su vez para Ranciére la imagen no es doble sino triple, como sucede con todas las dimensiones de lo artístico, ya que conlleva operaciones, contenido y técnica. Relaciones entre lo decible y lo visible, maneras de jugar con él antes y él después, la causa y el efecto.
Y advierte que refigurar una repartición de lo sensible significa que una manera de hacer (el arte) que interviene con respecto a la cuestión de lo común proponiendo nuevas distribuciones sobre las maneras de hacer, las maneras de ser, las maneras de decir y las formas de visibilidad, ya que la ficción es en primer lugar, una cuestión de distribución de lugares.
Benjamin advierte que en la fotografía la obligación de reproductibilidad técnica de la imagen recae exclusivamente en el ojo, asimismo Ranciére encuentra una preeminencia de la reproducción técnica sobre las operaciones de las artes.
Las imágenes del arte son operaciones que producen un distanciamiento, una desemejanza, para Ranciére esta alteración puede ser un giro de lenguaje que exacerba la expresión de un sentimiento, las palabras describen lo que el ojo podría ver o expresan lo que no verá jamás.
La palabra despliega un semi-visible y la imagen contiene, innuce, historias, dicho de otra manera, las operaciones del arte, es decir, lo que hace a la obra singular, trasciende a la técnica.
Para Benjamin la fotografía permite resaltar un punto de vista del original, que es accesible a la lente, y dependiendo de la arbitrariedad del punto de vista generar una alteración de la semejanza operando el arte en la imagen, consolidando su singularidad.
Para Ranciére, la fotografía se ha convertido en arte al poner sus propios recursos técnicos, explotando una doble poética de la imagen al convertir sus imágenes, simultáneamente o por separado, en dos cosas: en los testimonios legibles de una historia escrita en los rostros o los objetos y de bloques puros de visibilidad, impermeables a toda narrativización y a todo pasaje del sentido.
Benjamin dice que la autenticidad tiene que ver con el aquí y ahora de la obra, por lo cual existe una destrucción del aura en las obras cuyo polo fuerte reside en el valor de exhibición, a su vez la obra escapa a su reproductibilidad técnica, y esa réplica se hace independiente, lo cual le permite llegar a ubicaciones inalcanzables para el original, brindando sobre todo la posibilidad de acercarse al receptor.
Por ultimo Ranciére afirma que el habla hace que se vea, mediante la narración y la descripción, un visible no presente, hace que se vea lo que no pertenece a lo visible, reforzando, atenuando o disimulando la expresión de una idea, haciendo sentir la fuerza o la represión de un sentimiento.
Para Ranciére las formas visibles hablan y las palabras tienen el peso de realidades visibles, los signos y las formas relanzan mutuamente sus poderes de presentación sensible y de significación.
Las relaciones de las imágenes y las palabras naturalmente nos invita a reflexionar acerca de esta doble potencia puesta bajo el mismo nombre de «imagen».










Memoria, Verdad, Justicia